Dia Lluvioso

Había decidido ir a la playa, el día era perfecto, acontecía una gran lluvia que pronto sería tormenta, lo que significaba que todos los indeseables humanos se hayaban refugiados en su casas.

Me di incluso lalibertad para volar mar adentro unos instantes, movía mis alas negras con furia contra el viento, el aire marino traspasaba mis fosas nasales haciendo que me sintiera rodeada absolutamente por el ambiente marino tormentoso. Luego de varios minutos decidí volver a la desierta playa, pero grande fue mi sorpresa al percibir a otro ser, no era humano, lo podía percibir por el aura y por el extraño cumulo de sentimientos que llegaban hacia mi como ondas de baja frecuencia, no era un humano, definitivamente no.

Bajé a tierra y me acerqué lentamente por su costado derecho, hasta que lo vi.

En una palabra lo podía definir como hermoso... terriblemente hermoso, eso me produjo cierta turbación, porque esa hermosura era típica de los ángeles, pero estaba claro que él no lo era.

El percibió inmediatamente mi presencia, otra prueba más que no era humano, los humanos generalmente no se percataban de mi presencia hasta cuando no estaba muy cerca de ellos.

Su potente mirada en cierto modo me incomodó, hacía mucho tiempo que yo había dejado de tener contacto social con cualquier ser, hacía mucho tiempo que había olvidado lo que era sentirse observada como me estaba observando él.

Su impresionante hermosura con sus facciones completamente marcadas hacían de él una criatura fascinante, observé sus ojos, luego observé su aura... estaba casi segura de lo que era, sin embargo había algo en su actitud que me hizo reservarme el comentario de suficiencia y soberbia y decidir que era mejor callar.

Volví a observar sus ojos de extraño color, de pronto surgió una duda en mi, ¿Podría ver él mis alas negras? Nunca había sabido si otros seres, sin contar a los humanos que era completamente ciegos, eran capaces de ver mis alas negras, y por conclusión saber lo que yo era... un ángel caído.

Me apoyé en la baranda frente a él, sentí el mar furioso a mis espaldas.

Arqueé una ceja en un gesto de incredulidad y algo soberbio.

Aquella única palabra me dijo muchas cosas, el hecho de que podía ver mis alas era casi certero, segundo... él no era como el común de otros vampiros que había conocido hacía mas de 200 años. Mi último encuentro con vampiros había terminado muy mal, pero aunque mis recuerdos de aquel día eran bastante nefastos había algo en mi, quizás curiosidad que me hacían no querer moverme de ahí.

La lluvia se tornó mas tormentosa. Volví a observarlo y desplegué mis alas negras con furiosa behemencia, vi sus hermosos ojos seguir el recorrido de mis alas, sonreí con soberbia, él podía verlas, al observar sus ojos y compararla con la de los otros vampiros que había conocido me asaltó una duda, duda que no pude contenerla.

- Tus ojos son extraños- dije en un simple susurro, pero sabía que me había escuchado.

Asentí con la cabeza sin dejar de observar el extraño, pero para mi hipnotizante, color de sus ojos.

- Vampiro vegano...-dije con una leve mueca de intento de sonrisa.

Su mirada intesa volvió a incomodarme, me sentía demasiado expuesta ante su mirada, eso era extraño.

- Jamás pensé en esa posibilidad- dije con sinceridad- ¿Y porque su alimento excluye a los humanos? La última vez que me encontré con unos de tu especie debo decir que en ese entonces su dieta incluía incluso ángeles caídos- dije algo irónica, recordando aquella noche en que 3 vampiros me atacaron de improviso en una calle de Londres.

Sostuve su mirada y me sentí absolutamente indefensa ante su mirada. Eso me descontroló y en cierta manera me molestó, aunque no evidenciara nada de eso en mis gestos.

Me costó articular palabra entre tanta turbación que estaba sintiendo dentro de mi.

- Supuse que eran neófitos, de todas formas acabé con los tres- dije mientras instintivamente retrocedía un paso al ver que él había dado un paso hacia mi.

Me quedé unos segundos en silencio, tenía muchas interrogantes en mi mente, y muchas sensaciones contradictorias y extrañas. Comencé por la primera y más básica.

- No me has dicho tu nombre, vampiro- dije con una voz ronca y baja.

Arrugué el ceño, pero no era en mi típico gesto de enfado, si no de incompresión, el extrañamente hermoso ser frente a mi no parecía querer hacerme daño, al contrario, contra todo pronóstico parecía hasta gentil conmigo, la gentileza era una actitud que hacía mucho tiempo había dejado de ver en mi larga existencia.

- Si te dijera mi verdadero nombre, inmediatamente alertaría a los idiotas de allá arriba- dije con resignación apuntando levemente con mi cabeza hacia el cielo- Asi que es mejor que me llames Megan- dije con cautela, aún no creía completamente que el vampiro no fuese a hacerme daño, la desconfianza era algo común en mi desde que había sido desterrada del cielo, no por nada me había visto enjuiciada por haber sido traicionada por un ángel. Arrugué un poco más el ceño ante ese nefasto recuerdo.

Me acerqué levemente hacia él, con cautela, sus ojos eran de un color dorado, nunca había visto a nadie con ese color, comenzaba a impresionarme y asustarme de igual forma la extraña fascinación que estaba produciendo aquel ser en mi, mi parte sensata me recordó que las apariencias engañan, muchas veces los seres más hermosos eran los más terribles.

Me aclaré la garganta.

- Estoy maldita, Edward Cullen- dije con una voz aterciopelada pero sombría- ni siquiera esta permitido decir mi verdadero nombre...

Crucé miradas con él, sus palabras me desconcertaron... Estaba acostumbrada a ser "la maldita" rodeada de puros seres que jamás comprendían mi naturaleza.

- ¿Y tambien te ves rodeado de seres que no se cansan de repetirte lo maravilloso que es el mundo y que no pierdas tiempo en considerarte un maldito?- pregunté con franca crudeza.

Me acerqué unos pasos más a el y acabe junto a la banca en la que el se encontraba de pie. Fije mis ojos en él, su color dorado era más fascinante desde más cerca.

- En realidad, me iban a enjuiciar de todas formas, lo detestable fue que el primer acusador fuese alguien... de confianza...- dije, esperando que comprendiera que esa era la respuesta a su pregunta sobre si me habían traicionado- cometí un delito según los códigos de ángeles...- recordé las palabras que había dicho unos segundos atrás: "No nos gusta verlos sufrir aunque algunos se lo merecen".

La lluvia volvió a hacerse tormentosa y un fuerte viento movió mi cabello desordenándolo.

- Dejé morir a un humano cuando se suponía que debía salvarlo...- dije con rencor en mi voz recordándo al horrible humano que supuestamente yo debía cuidar, un ser detestable, un asesino, un violador, un ser absolutamente inhumano... pero que yo debía cuidar...

Sentí en mi pecho una sensación extraña, de pronto sentí como si en la mitad de él quisiera expulsar dolorosamente muchos sentimientos.

Sentí su mano en mi hombro, quise intentar alejarme, pero mis extremidades parecieron no responder, mi mente y mi cuerpo se paralizaron ante aquel acto de apoyo que me estaba entregando aquel vampiro que acababa de conocer.

Sostuve su mirada con furia, me negaba a ser débil, no quería serlo. Sentí como la furia daba paso al dolor, dolor que mi mente se negaba a dar lugar... comenzaba a ceder...

De pronto comprendí el verdadero significado de sus palabras.

- Lees mi mente- dije con enfado separándome unos metros de él.

Lo observé fijamente y traje a mi mente los recuerdos más nefastos que llevaba conmigo, como después de ser condenada había acabado con muchas vidas más, humanas y no humanas.

Le mostré a Edward Cullen el verdadero monstruo que yo era.
Le estaba demostrando que yo era un ser maldito y que como tal no debía ser débil.
Quería convencerlo de que era tiempo que se alejara de mi.

No podía concebir la gran contradicción que representaba Edward para mi. Él estaba llendo en contra de todas mis concepciones, y lo más curioso es que por los sentimientos y el aura que podía percibir en él, parecía ser un ser oscuro, con mucho dolor en su interior...

Como yo...

Quizás por eso sentía esa comprensión de parte de él que me inquietaba: porque era la primera vez que alguien parecía comprender mi naturaleza y no juzgarla.

Me volví a acercar a él con cautela, no le pediría perdon por haberme alejado, eso no iba conmigo, sin embargo quité la mueca agria de mi rostro y volví junto a él, mis alas se movieron con el fuerte viento.

- Cuando dices que mi sangre huele maravillosa... ¿Qué es maravilloso?- le pregunté volviéndo a observar sus ojos dorados.

Observé sus ojos sin expresar ninguna emoción con mi cuerpo, sabía que todos mis sentimientos él los estaba sintiendo por igual.

Suspiré frente a él, estaba cansada de aquel destierro, estaba cansada de luchar, de huír, sin embargo sentía que era la única alternativa que tenía luego de mi condena.

- No soy un ángel Edward Cullen- dije en voz baja- hace casi 4 siglos dejé de serlo...- dije mientras desplegaba mis alas negras como muestra de mis palabras.

Me acerqué un poco más y alcé mi mano frente a el.

- Dime Edward- dije mientras ponía mi palma hacia el cielo recibiendo las gotas de lluvia en ella- ¿no te abruma pensar en que viviremos por la eternidad?- pregunté mientras con un leve movimiento de mi mano congelaba el agua que caía a mis manos.

Sonreí con desgana.

- Patéticos poderes con los elementos, ¿de que sirbe congelar el agua si no puedo congelar mi existencia?- la pregunta la hice más para mi que para él.

Titubeé unos segundos antes de sentarme junto a él en la banca.

Volví a hacer una frágil mueca de sonrisa con desgano, el concepto de vida eterna era muy distinto para Edward Cullen que para mi, él basaba su eternidad como una oportunindad de conocimiento y vivencias únicas que en su vida humana no hubiese podido lograr, en mi caso... una vida eterna en la Tierra era una condenación a vivir entre seres detestables hasta que llegara el fin de los tiempos.

En realidad cualquier lugar era una condenación para mi, detestaba la Tierra por los detestables humanos que la habitaban, odiaba el cielo por su mundo regido por asquerosas y cínicasreglas... aborrecía el infierno por estar plagado de seres que sólo se regían por una sola motivación: maldad, y no concebía la maldad como fin en si misma, en mi caso yo si encontraba justificación para mi odio y el sinfín de sentimientos nefastos.

- ¿En serio no deseas acabar con mi vida Edward Cullen?- esa pregunta no era de precaución, si no que guardaba cierta esperanza que su respuesta fuese un si, aunque era casi obvio que esa no sería su respuesta.

Volví a mirarlo y volví a perderme en sus hermosos y extraños ojos.

- ¿No te cansas de tu don?-pregunté curiosa- Escuchar incesantemente la mente de otros debe ser absolutamente odioso...-

La lluvia golpeaba los rostros de ambos y el viento hacía que mis alas semecieran levemente.

- Y siendo franca, aunque ya debes estar al tanto, tampoco me agrada demasiado que sepas todo lo que pasa por mi cabeza en este minuto...- no era un reproche, si no una mera confesión- Debe ser extraño vivir sin el factor sorpresa respecto a cuialquiera que te rodee- comenté dándome cuenta en ese minuto del gran poder que residía en ese vampiro sentado junto a mi.

Volví a observarlo de reojo.

- PUedes prevenir los ataques de tus oponentes- dije con una sonrisa, sin pensarlo dos veces saqué una lanza de mi espalda, único vestigio que había conservado de mi pasado como ángel protector, y me lancé a atacarlo sabiendo que detendría miataque, sin embargo me pareció más atractivo probarlo en la práctica que dejarlo en la pura teoría.

Él tomó mi lanza con una fuerza asombroza y previó con absoluta presición mi ataque tal como yo suponía que lo haría, quedamos ambos a escasos centímetros,volví a observar sus ojos y esta vez si sonreí, en una mueca tan inusual para mi rostro que casi sentí dolor ante aquel gesto que no articulaba hacía mucho tiempo.

- Asombrozo...-dije con verdadera admiración.