Dia Lluvioso

Inesperadamente sentí su mano en mi espalda, justo entre mis alas, eso me parelizó, hacía muchos siglos que no tenía un contacto físico con nadie, más que para luchar, sin embargo sentí que en ese instante fue distinto.

Respiré profundamente y observé sus ojos que me miraban expectantes. Maldije en mi mente y luego sonreí derrotada al saber que él sabía lo que estaba pensando.

Su mano era helada, como yo... sin embargo había algo extraña y contradictoriamente cálido en su gesto.

- No veo nada asombroso en lo que soy, Edward Cullen- le dije en un susurro bajo, ya que estabamos a estrecha distancia- y ya no tengo esperanzas de encontrar una razón para vivir mas que saldar cuentas con quienes me enjuiciaron- dije mientras mi respiración se tornaba irregular, la lluvia empapaba mi cabeza y sentía las gotas callendo por mi rostro, volví a observar su aura de extraño color y sentí en mi su cúmulo de sentimientos.

Esbocé una pequeña sonrisa ante sus maldiciones y me disponía
a preguntarle el motivo pero algo en mi interior me decía que no.
Seguí acariciando sus plumas con mis dedos teniendo la palma
apoyada en su piel.
Su cuerpo también estaba helado, pero era diferente. Hasta
ella pudo notar esa diferencia, ese cambio que nos distinguía.
Cerré los ojos unos momentos mientras Megan hablaba y di un
pequeño suspiro. Yo si veía lo asombrosa y magnifica que era aunque su interior
no quería aceptarlo.

-Ya, no digas más. Dejemos ese tema allí.-

Abrí lentamente los parpados sintiendo las gotas de lluvia
caer por mi rostro. No parecía cambiar de idea y yo no me rendiría; haría todo
lo posible para que me creyera pero podríamos estar así toda la eternidad. Por
ese motivo decidí dejar eso allí, ya tendríamos otra oportunidad para
mencionarlo.

Bufé con burla mientras lo seguía observando. Su mano seguía en mi espalda, sentía su contacto casi quemando mi piel. Solté mi mano izquiera de la lanza mientras la derecha seguía sosteniéndola, levanté lentamente mi mano izquierda hasta la altura de su cuello, posé casi imperceptiblemente mis dedos en su marmóreo cuello, donde supuse había sido mordido

- Dime Edward- dije siguiendo los susurros de él- ¿Cuántos años llevas aquí?- sabía que había entendido mi pregunta sobre su inmortalidad.

Quité la mano de su peculiar cicatriz y la mueca agria volvió a mi rostro con su pregunta.

- 350 años de condena- respondí secamente mientras volvía a fijar mi vista en sus hermosos ojos, me di el tiempo de contemplar su rostro, me perdí en el detalle de sus facciones, nose cuanto tiempo pasó.

El viento de la lluvia se mezclaba con el aire marino, la lluvia parecía no amenguar en su fuerza.

- Aún tienes mucho dolor en ti Edward Cullen- dije con voz calma y serena- dolor y soledad- dije sin dejar de ver sus ojos- ¿Te has enamorado alguna vez?

Me percaté que aún seguía sujetando mi espalda, no sabía si debía apartarme, su cercanía proxémica me inquietaba, pero extrañamente una mínima parte de mi no quería abandonar ese gesto, de alguna forma mi subconciente reclamaba el afecto que me había negado por casi 400 años, pero mi parte más dura y cruel reclamaba ese acto como un acto de debilidad.

Me quedé estática al notar su gesto hacia mi, no me esperaba eso, mi cuerpo parecía no reaccionar, aún asi, lo primero que instintivamente hice antes de corresponder cualquier acto suyo fue subir su menton con el dorso de mi mano y obligarlo a mirarme.

- No me gusta hablar con gente que agacha la cabeza Edward Cullen- dije con seriedad, sabía que dentro de mi rudeza al hablarle había comprendido que más bien era un consejo y no un reproche- con la cabeza gacha no ves a tus enemigos, con la cabeza gacha eres presa fácil para que te descabecen...

Observé sus ojos dorados.

TItubeé varios segundos, o quizás minutos o quizás horas...

Entonces inesperadamente respondí su abraso... Acerqué mi boca a su oido.

- No guardes esperanzas de amar a alguien, el amor inesperado es mejor que el vivir esperando por él, Edward Cullen... siento tu angustia... y la angustia no te permitirá amar... debes escoger ser libre... no escojas lo que he escogido yo...

Esas habían sido las palabras mas sinceras que me había permitido pronunciar...

No respondí a sus palabras, él por alguna razón creía que yo tenía salvación siendo un ser maldito, cuando yo seguiría pensando lo contrario.

No quise decir nada, sólo me perdí en ese abrazo, escondí mi rostro en su pecho, me permití el dejarme abatir por lo que durara ese abrazo, dejé que el contacto de aquel desconocido me reconfortada, sentí como en la mitad de mi pecho comenzaba a surgir algo extraño...

Sabía que él escuchaba todo lo que estaba pensando.

- "No puedo cambiar mi naturaleza Edward... asi como tu no puedes dejar de beber sangre"- le dije en mi mente.

En ese momento sentí caer algo por mi mejilla... no era lluvia... eran lágrimas.

Mis lágrimas.

En esos segundos agradecí el don del ser que estaba junto a mi, no me apatecía hablar, y menos aún cuando los pensamientos que cruzaban mi mente eran absolutamente contradictorios a lo que mi parte "racional" me dictaba.

- "Piensas como ángel, Edward... sin embargo... ¿Por qué no me eres detestable como ellos?"- pensé mientras soltaba un poco el abrazo y lo miraba a los ojos.

Levanté mis alas negras y nos cubrí a ambos de la lluvia.

Negué con la cabeza, sus palabras me turbaron y en cierto modo me enfadaron, Edward insistía en considerarme un ángel y yo los aborrecía...

- No soy un ángel Edward Cullen - dije separandome de su abrazo- los ángeles son seres demasiado insulsos y yo no lo soy... al decir que pensabas como ángel es por ese concepto de salvación y misericordia que pareces tener siempre presente...- dije observando sus ojos.

A pesar de haberme separado bruscamente de él seguí haciendo que mis alas nos protegieran de la lluvia.

- Quizás esa es la única caracteristica que te asemeja a ellos- dije en un susurro bajo.

Me sequé las últimas lágrimas y continué mirándolo.

- Los ángeles son seres maquiabélicos, cínicos y cómodos, Edward... Prefieren vivir en sus burbujas a enfrentarse a cruda realidad... ¿Sabes porque no te detesto? Porque se que tú no tienes la venda en los ojos como aquellos patéticos seres- dije mientras volvía a acercarme a él- Porque sabes lo que es el dolor, la tristeza, la soledad... porque eres tan divino y tan maldito en tu esencia que sabes comprender lo que te rodea...

Cerré mis ojos y me concentré en crear calor en mis manos, en mi mano derecha formé una pequeña llama que mientras la acercaba a su cuerpo iba desapareciendo.

- Porque somos parecidos y opuestos al mismo tiempo Edward Cullen- dije mientras enviaba una descarga de calor a su pecho posando mi mano en él.

Lo observé fijamente cuando puso su mano sobre la mía.

- ¿Extrañas el calor?

Fue una pregunta espontánea, extraña, quizás iba más allá del calor, en un contexto mucho más amplio... Era extraño estar conversando asi con otro ser, como un igual, pero algo en la naturaleza de Edward Cullen comenzaba a agradarme.

Sonreí nostálgicamente ante su respuesta. Pero esta vez fue más una mueca de escondida tristeza.

Comprendí que la naturaleza de él y la mía eran parecidas en muchas formas, y esa extraña forma de conección, como si lo conociese de toda la vida y no de apenas unas horas me parecía extraña y lo extraño siempre me provocaba cierto temor, aunque lo negara y aparentara lo contrario, pero con Edward Cullen era imposible aparentar, él sabía todo lo que cruzaba por mi mente.

- Edward...- lo llamé en susurros como lo estaba haciendo él, fijé mi vista en sus dorados ojos con desición.

Me detuve unos segundos antes de hablar

- Si las cosas no salen bien para mi... si las cosas se complican... ¿Estarías dispuesto a asesinarme? - le pregunte sin quitar la vista ni un solo segundo de sus ojos- ¿Estarías dispuesto a concederme ese favor?

Casi sin controlarlo mi mano que estaba cubierta por la suya comenzó a tiritar levemente, hacía much tiempo que llevaba barajando esa opción, ya estaba cansada de aquella miseria de existencia que llevaba confinada en la Tierra, y eso me estaba llevando a cada día ser más temeraria, sabía que los del cielo no me asesinarían hasta que la situación fuese muy crítica, por lo demás era muy dificil acabar con un ángel caído, muy pocos sabían como hacerlo, pero yo estaba dispuesta a confiarle ese secreto a Edward, quería asegurarme que existiese alguien que supiese la forma de acabar conmigo si las cosas se salían de control.

Bajé un poco mis alas e hice que algunas de mis plumas negras rozaran su cabeza.

- A que sé que no soportaré esta condena por mucho más tiempo... y la única manera de que aquellos patéticos de allá arriba se percaten de mi, es haciéndolos enfadar...

Puse en mi mente imágenes de los supuestos actos que podría cometer si la desesperación lograba invadirme.

Imágenes nada agradables.

- Soy un monstruo Edward- dije con voz ronca- pero estoy cansada de serlo... se que pronto debo morir.

Observé detenidamente sus hermosos razgos.

- Cuando yo te lo pida debes acabar conmigo, es posible que ellos no me maten, si no que me manden al limbo, y eso si que sería la condena por siempre, el lugar donde no vives y no mueres jamás...

Suspiré, sin embargo no me daría por vencida tan fácilmente con mi cometido, y Edward lo sabía.

- ¿Una semana? - le pregunté algo confundida- ¿Piensas que nos volveremos a encontrar pronto?- le pregunté incrédula, su muda respuesta me dijo que eso era un si.

No pude evitar sorprenderme por aquello, hacía mucho tiempo que había dejado las relaciones con otros seres, por mas de 3 siglos mis pocos contactos con otros seres habían sido fortuitos, jamás los volvía a ver por segunda vez, por el hecho de la costumbre creí que lo mismo pasaría con él, pero una parte de mi interior me dijo que Edward Cullen era distinto, que con él las cosas no serían para no vernos nunca más.

Es por eso que quería pedirle aquel favor...

Observé sus pupilas doradas mientras mi interior se retorcía por la confusión que comenzaba a sentir, en unas pocas horas aquel vampiro frente a mi había hecho que una gran contradicción naciera en mi interior, y no sabía si me agradaba o detestaba eso.

- Sabes que busco a alguien...-le dije en susurros, sabía que Edward lo sabía porque mis ansias de aquel enfrentamiento invadía mi mente a cada segundo.

- Sabes que busco a uno de los ángeles que me enjuició- le dije desviando mis ojos de su potente mirada- sé que esta aquí en esta ciudad...ha sido castigado y confinado en la Tierra-, pero el maldito es tan cobarde que se ha hecho pasar por un humano- dije con una mueca irónica mientras lo volvía a observar- Es por eso que he venido a esta ciudad...

Le sonreí ante sus palabras, pero fue una risa quebrada.



- Eso es lo que quiero Edward- Le dije en un susurro- Por 300 años estuve alejada de toda la humanidad, me confiné al extremo septentrional de esta tierra en una inercia sin tener la opción de descansar... los 300 años más largos de mi vida- caminé hacia él y volví a tener sus ojos dorados muy cerca.



Suspiré y un débil vapor salió de mi boca.



- 300 años que tuve para pensar Edward... ya es suficiente de letargo, mantuve mucho tiempo mis alas plegadas- le dije a modo de metafora.